CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
Violencia patriarcal en ámbitos científicos y/o académicos
Mariana Alvarado, investigadora independiente en el INCIHUSA y referente regional de género ante el Observatorio de Violencia Laboral y de Género del CONICET, expone los tipos de violencias que tienen lugar en los espacios de investigación y construcción de conocimiento. Se realizó un seminario con participantes de todo el país para reflexionar sobre la temática.
Por: Mariana Alvarado, investigadora del CONICET en el INCIHUSA – Referente Regional de Género – Subcomisión de Fortalecimiento Regional – Observatorio de Violencia Laboral y de Género – CONICET
“¿Henry Gauthier-Vollars?
Henry Gauthier-Villars, crítico, artista, músico, escritor importante, segúnla Wikipedia. Que usó otros seudónimos desconocidos y maravillosos como Henry Maugis, Robert Parville, l´Exc-ouvreuse du Cirque d´été, L´Ouvreuse, L´Ovreuse du Cirque d´été, Jim Smiley, Henry Willy; pero que además, y por sobre todo, y tal vez solamente, es conocido y aparece en el Wikipedia, porque le robó a su mujer, la gran Colette, sus primeros libros, la serie Claudine, y los firmó con su nombre. (Claudia Apablaza)” (Barros, 2012, 10).
“¿Cuáles son las palabras que todavía no tenés? ¿Qué necesitás decir?
¿Cuáles son las tiranías que te tragás día a día
e intentás hacer tuyas hasta que te enfermes
y mueras de ellas, todavía en silencio?”
(Audre Lorde (2008) en Gago, 2019, 93)
Un breve recorrido sobre la tecnología del escrache permite ingresar a los debates en torno al punitivismo/antipunitivismo para tensionarlos desde punitivismo/impunidad y visibilizar un marco de intervención que fija posiciones exclusivas y excluyentes: la buena víctima- el victimario responsable. Otras formas de agenciamiento, intervención y acompañamiento son posibles si se modifican los niveles de tolerancia e indiferencia frente a “eso que ocurre” desde responsabilidades colectivas y co-implicadas.
En una investigación reciente (Martinez, Alvarado, 2021), en contexto de pandemia por COVID-19, tomamos como punto de partida acciones de escrache hacia varones cis como enclave para el análisis de sus testimonios en el marco de los cuales dar cuenta de las violencias múltiples que nos atraviesan. Nos fue posible precisar algunas cuestiones que sistematizo a continuación: se trata de una acción positiva de resistencia; un agenciamiento directo de colectivos organizados; una práctica colectiva antisistémica; una estrategia de protesta; un tipo de denuncia pública no institucionalizada; un método de justicia divergente y desde abajo.
En Argentina, el escrache, tiene historia. Ha sido utilizado desde los ´90 por la agrupación H.I.J.O.S e HIJAS por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio para señalar y visibilizar a los implicados en la violación de DDHH durante las dictaduras cívico-militares argentina entre 1966-1973 y entre 1976-1983. En la actualidad el escrache ha sido una herramienta vehiculizada por las pibas en la militancia feminista y un tópico emergente en la agenda política feminista que más allá de las discusiones acerca de su eficacia ha generado y propiciado el rompimiento del pacto de silencio en las historias de vida que encubren la violencia sexual (Fernández Hasan, 2020). Su proliferación en los últimos años sustituye lo penal por lo virtual y lo público como el espacio en el que la denuncia, la falta, la deuda, el daño produce no sólo sentencia social y moral sino también advertencias y alertas (Cano, 2020, 8).
Aun así, más cerca de un tipo de linchamiento social/moral, la modalidad contemporánea de espectacularización de la furia podría derivar en ostracismo o exilio, linchamiento, separatismo, considerado un acto de terrorismo, incluso un descuartizamiento simbólico.
Algunas de las escuchas entre escrachados-escrachadoras nos permitieron apuntar y delimitar la tecnología del escrache contemporáneo:
• Mostrar la cara del victimario • Decir nombre y apellido del victimario • Publicar el testimonio de la víctima • Nombrar la situación de (hostigamiento, acoso, abuso, violación) • Organización de la furia • Habitar prácticas políticas horizontales y empáticas • Debatir las formas de visibilización • Tejer redes de amorosidad y cuidado hacia la víctima • Proteger a la mujer y/o disidencias que consiente el escrache • Afianzar solidaridades • Crear tiempos y espacios de acompañamiento • Sostener la visibilidad del escrache por un tiempo determinado • Propiciar el empoderamiento de la víctima como víctima • Eludir la justicia patriarcal • Habitar prácticas de sanación • Recuperar la voz (Martinez, Alvarado, 2021, 24-25).
Si bien este punteo agita y renueva el debate puntivista/antipunitivista que, poco espacio deja para visualizar escalas de daño o tipificaciones del dolor incluso, formas de reparación, revinculación, resarcimiento, despatriarcalización, me pre-ocupa situarme en la dupla punitivismo/impunidad. La tecnología del escrache supone un marco de intervención que, tal como sostiene la filósofa argentina Virginia Cano (2020), se sostiene en un sistema de responsabilidad individual y en solo dos posiciones subjetivas distintas, exclusivas y excluyentes: la de la (buena) víctima (pasivx) y la del victimario (responsable activx). Es que ni el nombre ni la singularidad de la experiencia podrían dar cuenta de las responsabilidades colectivas co-implicadas, por el contrario, las denuncias virales y las advertencias y alertas que suponen terminan individualizando, dicotomizando y fijando las posiciones. Este nivel de análisis -que visibiliza el dualismo ontológico- da cuenta de la complejidad que supone la articulación cruzada de las violencias y, sobre todo las co-responsabilidades que no pueden simplificarse en posiciones duales. Individualizar la responsabilidad borra las responsabilidades comunes, colectivas, institucionales (del orden de lo circunstancial), sociales (del orden de lo estructural) reduce las esferas de intervención y agencia e invisibiliza la movilidad de esas posiciones puesto que nadie está exento de ejercer o padecer violencia; todxs somxs escrachables (les panik, 2020).
El escrache, la expulsión, la cancelación han sido estrategias eficaces en nuestras políticas feministas y disidentes en el intento por denunciar, visibilizar y hacer justicia pero sobre todo agenciar e intervenir en los entornos inmediatos. Asumo con Cano (2020, 8), sin embargo, imperioso y urgente revisar tanto las estrategias como nuestros marcos eróticos, afectivos y políticos que las abrazan. En este sentido, la reducción dualista a la que nos sujeta el punitivismo en la versión del escrache deviene déficit epistémico-ontológico que reduce las posibilidades de inteligibilidad y agencialidad.
De público conocimiento ha sido el escrache al maestro estrella que circuló en redes a partir de la publicación del artículo “Los muros hablaron cuando nadie más lo haría[1]”. Este tipo de situaciones que dan cuenta de la violencia vertical, jerárquica y sistemáticamente distribuida en institutos de formación, facultades y centros de investigación suelen quedar impunes por ausencia de políticas de prevención, atención, acompañamiento y resarcimiento, pero sobre todo por la normalización de prácticas machistas, misóginas, patriarcales que atraviesan relaciones asimétricas minorizando, subyugando, subalternizando en la expoliación de la autoridad epistémica y reproduciendo la autocensura en una pedagogía del silenciamiento, del miedo, del aislamiento, de la vergüenza y el exilio.
Colocar estas problemáticas en el centro de nuestras conversaciones y revisar críticamente las estructuras hetero-cis-normadas, androcentradas y racializadas que sostienen prácticas jerárquicas que habilitan que algunas personas hagan uso de sus posiciones de privilegio para el ejercicio abusivo del poder afectando las trayectorias educativas, itinerarios académicos y vidas de becarios, estudiantes y colegas nos habilitó a organizar un conversatorio[2].
Privilegiamos en ese encuentro la circulación de la palabra, la habilitación de la escucha, el pensar en conversación, el rescate de la experiencia, la formulación de preguntas críticas sobre lo que hacemos y sostenemos, la desnaturalización de lo normativizado, la autorización epistémica colectiva, las lecturas comentadas, la sostenibilidad cuidadosa.
De ese encuentro resultó una cartografía de las violencias patriarcales que (nos) atraviesan a quienes trabajamos en investigación en Centros Científicos y Tecnológicos (algunes con doble pertenencia en Universidades Nacionales). Entre ellas, nos atraviesan estructuralmente: el patriarcado, el androcentrismo, la misoginia, el machismo, el sexismo, la heteronormatividad, clasismo, racismo, y, circunstancialmente: la endogamia, el gaslighting, la ginopia, incesto académico, acoso, abuso, hostigamiento, segregación horizontal y vertical, extractivismo académico y el colonialismo académico[3].
Acierta Gago (2019) cuando sostiene que cartografiar las violencias desde su conexión orgánica sin perder de vista el nexo de cómo se producen propicia un lenguaje que nos des-ubica como víctimas, desplaza el señalamiento individual de la responsabilidad hacia la co-responsabilidad, rompe con estructura dual víctima-victimario. En este sentido, desde el análisis interseccional de las dimensiones aludidas, asumida la matriz ontológica dualista, visibilizamos prácticas concretas, en el orden de lo circunstancial, que dan cuenta de ese nexo, de ese cruce, de esa simultaneidad para que no vuelvan a ocurrir, de allí, la necesidad de un Manual de malas prácticas sostenido en narraciones ficcionadas generada a partir de testimonios, experiencias y relatos autobiográficos.
Narrativas que acortan distancias entre nosotras y modifican los niveles de tolerancia e indiferencia frente a “eso que nos ocurre” que normalizamos y a lo que nos habituamos para imaginar estrategias de intervención en co-responsabilidad institucional.
De modo que, al momento en el que opere la ginopia (omisión del punto de vista de la mujer en situaciones de violencia machista, patriarcal y/o contra la mujer) o el gaslighting (desafectarse frente a la violencia contra las mujeres y/o disidencias minimizando el hostigamiento, el acoso, el maltrato y/o la violencia explícita) o el incesto académico (condicionar oportunidad de reproducción vocacional y/o de trayectorias o itinerarios académicos a partir de la imposición de la propia producción teórica al equipo de trabajo por ostentación de privilegios devenidos de la producción teórica o la jerarquía académica y/o científica), podamos entender que respuestas a preguntas tales como: ¿inicio tratamiento?, ¿me tomo licencia psiquiátrica?, ¿cambio de director/a?, ¿cambio de grupo?, ¿cambio de lugar de trabajo?, ¿cambio de plan de trabajo?, ¿renuncio a la beca? patologizan y fijan a la persona en la posición de buena víctima en la búsqueda de una salida individual.
Es justamente ahí, en la distancia que separa el dolor, del daño y del delito; es justamente ahí en las prácticas concretas, donde es posible intervenir voluntariamente lo circunstancial e interrumpir el continuum de violencias, quitar el foco de la dupla víctima-victimario, co-responsabilizar(nos) colectivamente, potenciar el acompañamiento y la intervención institucional desde la articulación de diversos agentes en el marco del Protocolo de actuación, prevención y capacitación en situaciones de violencia en ambientes de trabajo (CONICET, 2017) y/o el Manual de procedimiento para la creación de espacios de atención de violencia laboral y de género (CONICET, 2019).
Al mismo tiempo esa narrativa ficcionada una-junta-a-la-otra deja de ser el relato individual, el caso aislado, la excepción, el trapito al sol, para dar cuenta de aquello que se inscribe en nuestras experiencias, en nuestros cuerpos, en nuestros testimonios des(a)nudados en el tendedero[4].
Referencias:
Barros, Pia (2012). Basta + 100 mujeres contra la violencia de género. Muestra de una muestra de microcuentos escritos por mujeres. En: Revista Nomadías. N 15, 253272.
Cano, Virginia (2020). “Afecciones punitivas e imaginación política: desbordes de la lengua penal”. En: Varela, Cecilia y Daich, Débora (coord.) Los feminismos en la encrucijada del punitivismo. Buenos Aires: Biblos.
Gago, Verónica (2019). La potencia feminista. O el deseo de cambiarlo todo. Madrid: Traficantes de sueños.
Martinez, Victoria y Mariana Alvarado (2022). “Entre coaliciones, articulaciones y difracciones: hacia una pedagogía feminista”. En: Ánfora. Colombia: Universidad Autónoma de Manizales. Vol 29. N° 52. Pp. 16-42.
[1] El artículo fue publicado en el libro Sexual Misconduct in Academia – Informing an Ethics of Care in the University, de co-autoría de la belga Lieselotte Viaene, la portuguesa Catarina Laranjeiro y la norteamericana Myie Nadya Tom; publicado por la editorial británica Routledge.
[2] El Conversatorio “Prácticas de investigación y construcción de conocimiento: extractivismos y violencias” se organizó en el marco de los Seminarios Transversales en el INCIHUSA CCT- Mendoza, en junio del 2023, con modalidad híbrida, lo que permitió la participación no sólo de les investigadores y becaries del Instituto y del Centro Tecnológico y Científico sino también de personas radicadas en otros CCT del país, organismos vinculados, colectivas y organizaciones.
[3] Esta cartografía se organiza analíticamente en tres dimensiones: ontológica (rasgos o aspectos que nos atraviesan, que corporizamos y que no dependen de nuestra voluntad), estructural (variables socio-históricas que preceden nuestra existencia y en el marco de las cuales se desarrollan nuestras vidas condicionándolas), y circunstancialmente (variables móviles, modificables, accesorias, accidentales que van y dependen, en parte, de nosotres).
[4] Difracto aquí al tendedero de la artista mexicana Mónica Mayer; un trabajo conceptual y participativo que tuvo lugar por primera vez en los ´70 en el Salón 77-78: Nuevas Tendencias del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México que propone subvertir el sentido cotidiano del objeto para de(s)anudar el acoso urbano.