CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
Ochenta años de festejos vendimiales
Los desafíos de ayer y de hoy.
Las celebraciones vendimiales de 2016 encuentran a la agroindustria en una coyuntura muy distinta a la de 1936, cuando la Junta Reguladora de Vinos –un organismo nacional creado en 1934 para “equilibrar” la oferta y la demanda– organizó las primeras “fiestas de la vendimia” para promocionar el consumo de vinos. Esta iniciativa venía a complementar las enérgicas acciones destinadas a atenuar la sobreproducción de vinos que había deprimido los precios y desplazado a muchos productores del mercado. Sin embargo, la Junta fue menos exitosa en aumentar la demanda que en reducir la oferta, por lo cual sería recordada en la memoria colectiva por el derrame de vino por las acequias y el arranque de viñas.
Con las ediciones sucesivas, los festejos se distanciaron de su origen penoso, se arraigaron en la cultura popular y devinieron en uno de los principales atractivos turísticos de la Provincia. También se convirtieron en escenarios privilegiados de protestas sociales vinculadas con la situación de la economía local.
En la vitivinicultura de hoy conviven elementos del pasado y del presente. La persistencia de sus problemas crónicos nos remite a coyunturas dramáticas, como las de la década de 1930: heterogeneidad de los productores en cuanto al acceso al conocimiento, los avances tecnológicos y el crédito; bajo grado de integración entre viñatero y bodeguero; abuso de posiciones dominantes en la distribución y comercialización de vinos, por mencionar sólo algunos.
Al mismo tiempo, este sector ha exhibido particularidades que lo han distinguido en el viejo y el nuevo mundo vitivinícola, como la introducción de innovaciones, aunque con frecuencia se trató de iniciativas individuales. Un ejemplo de ello, aunque poco conocido, es la trayectoria de Juan Giol y de las firmas que administró. Los éxitos empresariales de La Colina de Oro (1898-1911) y de Bodegas y Viñedos Giol S.A. (1911-1915), en Mendoza, y de la Azienda Commendatore Giovanni Giol (1919-1936), en Treviso, Italia, se proyectan hasta el presente a través de sus marcas. “Toro”, registrada en 1899 y comercializada actualmente por FeCoViTa, ocupa posiciones de liderazgo en el mercado nacional. “Giol”, propiedad de Azienda Agricola Giol, gestionada por el bisnieto de Juan Giol, ha obtenido medallas de oro y de plata por sus vinos orgánicos en las ferias internacionales Mundus Vini 2016 – Biofach y MillésimeBIO 2016.
La industria del vino, durante su período de máximo esplendor, esto es entre 1880 y 1914, de la mano de la protección y regulación estatal, demostró ser capaz de convertirse en un motor de crecimiento económico. Su expansión fue tan avasallante que la crisis financiera de 1890 no se trasladó completamente a la economía real. Aportó, además de valor agregado, una parte importante de los recursos tributarios y de empleo urbano y rural, que se multiplicaron gracias al estímulo dado a actividades inducidas, como la metalmecánica.
Aún hoy, cuando el comercio y el petróleo aventajan a la industria del vino en su participación en el Producto Bruto Geográfico, continúa contribuyendo al fisco por medio de impuestos directos e indirectos y la generación de puestos de trabajo. Pero, ¿por qué las desigualdades continúan siendo tan profundas entre trabajadores, viñateros, bodegueros, distribuidores y comerciantes de vinos?
Que el árbol no nos impida ver el bosque
Para ensayar una respuesta es interesante analizar ese formidable proceso de transformación vitivinícola como una etapa de “transición” –como llamó Juan Carlos De Pablo a ese período de la economía argentina–, más que de “gran expansión”. Pensar en una “transición” permite visibilizar con mayor claridad el rol que desempeñaron los factores político-institucionales –y no sólo los de carácter económico– en el freno y la inestabilidad que adquirió la producción de vinos luego del estallido de la Primera Guerra Mundial. En palabras de Roberto Cortés Conde, la economía se politizó con la llegada del peronismo al poder.
Enfocar la mirada en el bosque, y no en el árbol, implica tener presente que la distribución del ingreso es un tema que excede a la vitivinicultura y que no puede escindirse del funcionamiento de la economía nacional, así como tampoco de los conflictos políticos.
En suma, como advirtió el historiador Víctor Bulmer-Thomas, el desafío del capitalismo en el siglo XXI ya no es tanto la generación de riqueza sino su redistribución. La construcción de consensos nacionales entre el ámbito público y el privado será sin duda un elemento clave para avanzar en esa dirección. En los festejos de 2016, los reclamos de los viñateros por el aumento del precio de la uva y de los pequeños bodegueros por el precio estancado del vino de traslado, con su propia voz o la de las autoridades de las asociaciones gremiales que los representan, actualizarán la vigencia de este desafío.
Referencias de ilustraciones:
Afiches de promoción de las Fiestas de la Vendimia de 1936 y 2016, respectivamente.
Por: Patricia Olguín. Investigadora Asistente INICHUSA CCT CONICET Mendoza.