CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

Día del trabajador: a 45 años del Mendozazo, una historia abierta

Especial de divulgación del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales: Día del trabajador.


El 4 de abril de 2017 se cumplieron 45 años del Mendozazo, hecho que marcó un punto de inflexión en el largo proceso político de las luchas populares locales. En este nuevo aniversario, y de cara al Día del Trabajador, surgen varios interrogantes: ¿qué historia del Mendozazo resulta significativo que (nos) contemos hoy? ¿Qué buscaríamos allí y cómo construiríamos una historia que se conecte con la experiencia vital de un “nosotros” en la actualidad?

El Mendozazo cobra sentido al ubicarlo en el complejo proceso histórico que vivieron la Argentina y el mundo en los años 60 y 70, del cual la provincia no se mantuvo al margen. Entre 1955 y 1976, sobre el telón de fondo de la crisis de acumulación del capitalismo argentino, se sucedieron distintos golpes militares que obturaron los canales formales de participación política, y las elecciones, cuando existieron, fueron con la proscripción del peronismo.

No obstante este contexto, en lugar de mermar las inquietudes de la sociedad por la vida política, estas se potenciaron,  por lo que surgió un amplio entramado social de grupos cuya acción confluía en un cuestionamiento a las normas que regían la vida cotidiana, la economía o el poder político.

Las luchas de los movimientos obrero y estudiantil crecían e iban convergiendo. Con el Cordobazo, ocurrido en mayo de 1969, se puso de manifiesto ese proceso de unidad en la acción y la potencialidad de las masas en las calles.

Al Cordobazo siguieron otros “azos”, puebladas y levantamientos populares con distintas características, que tuvieron contenido político y social de diverso alcance. Las manifestaciones contra la dictadura fueron aumentando, pero desde marzo del 71, coincidentemente con el Viborazo, estas luchas comenzaron a tomar otro carácter.

Muchos sectores profundizaron sus cuestionamientos y exigencias al gobierno, y multiplicaron las medidas de fuerza. Comenzaban a dar pasos hacia una articulación concreta, cuyo punto más alto de unidad sería, en la provincia, el Mendozazo.

En Mendoza, por esos años, existía un contexto de creciente conflictividad (trabajadores del Estado, de la educación, de la salud, contratistas de viñas y frutales, cementeros, entre otros) que expresaba el creciente inconformismo y cuestionamiento de los/as trabajadores/as, quienes elaboraban planes de lucha cada vez más desafiantes y ocupaban las calles, como espacio de encuentro entre los distintos sectores sociales.

En los días previos al Mendozazo, la empresa Agua y Energía de la Nación había anunciado un aumento del 300 % en la tarifa eléctrica –en el marco de una creciente inflación que deterioraba el poder adquisitivo de los salarios– que impactaba negativamente sobre el conjunto de la población. El domingo 2 de abril de 1972 se realizó una masiva movilización en la que participaron numerosas organizaciones y sindicatos, y que mostró la fuerte unidad que se logró en torno a un reclamo común. No cabían dudas sobre la justicia del reclamo y sobre la necesidad de oponer resistencia colectiva a la medida.

El martes 4 de abril, las organizaciones habían convocado a un paro y movilización hacia la Casa de Gobierno. En ese momento, la calle fue el escenario social de disputa, espacio en que se hacía presente la violencia de las masas, cuyas armas no eran otras que el cuerpo de los sujetos y el convencimiento de que luchar por determinado reclamo era legítimo.

En el Mendozazo, como en otros “azos” de la época, se superaron los reclamos económicos iniciales y se estableció una lucha política contra el Estado en su conjunto. Sin embargo, eso no transformaba a la fuerza social contestataria en un bloque homogéneo; por el contrario, contenía grandes ambigüedades y contradicciones.

Estas últimas fueron usadas estratégicamente por el gobierno para desactivar y fragmentar la fuerza social contestataria, al articular un discurso cuyo principal argumento fue que los manifestantes no actuaron por propia voluntad, sino que fueron utilizados por “elementos subversivos extraños a la provincia” que pretendían alterar la tradicional forma de vida mendocina”.

Paulatinamente se produjo una fragmentación en la fuerza social contestataria que, unificada en torno al reclamo por la electricidad, ese martes se había levantado contra el Estado. Mientras para la gran mayoría el objetivo se había ganado (suspensión del aumento de las tarifas), otra parte minoritaria, que permaneció activa, radicalizó el contenido y la forma de su protesta.

Acompañando este proceso, se organizaron para la lucha: manifestaciones, ocupaciones de territorios enteros y asambleas en los barrios disputaban un poder social. Mientras la fuerza social contestataria atacaba y destruía objetos materiales (edificios, postes de luz, autos), la fuerza social del régimen atacaba directamente al cuerpo de los manifestantes que desafiaban su poder y producía, de esta manera, heridos, muertos, detenidos y desaparecidos.

Los aniversarios son momentos propicios para pararse ante el pasado con algo que decir respecto del propio presente y, por lo tanto, del futuro que se anhela.

Se construyen relatos cuya veracidad es tan importante como su intencionalidad política. Está en nosotros/as referenciarnos con la historia de los vencedores o de los vencidos, encontrar las líneas que unen un pasado de indignación y rebelión con nuestra cotidianeidad y recuperar la historicidad de las luchas que nos constituyen. Los tiempos que corren nos exigen reflexionar acerca de las experiencias de lucha de nuestra historia, desarroparnos de miradas trágicas, míticas, heroicas, y repensarnos creativamente, en una trama enlazada según las preguntas y necesidades de hoy.

Por: Carolina Ramírez, becaria doctoral INCIHUSA, miembro del Colectivo Fantomas.