CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES
Leyendas, mitos y verdades sobre el Puente del Inca
Esteban Lannutti, becario posdoctoral del CONICET, estudió las causas de su deterioro y cómo contribuir con su preservación.
Existen varias leyendas sobre la creación del Puente del Inca, quizás la más atractiva es aquella que relata lo que sucedió en la América precolombina. El heredero al trono del Imperio incaico se encontraba afectado por una extraña parálisis, por lo que los consejeros del líder le recomendaron a su padre dirigirse desde el Cuzco hasta las vertientes de la zona en búsqueda de la cura. Para que el joven pudiera cruzar el río, los guerreros que lo escoltaban se abrazaron unos a otros y formaron un puente humano por el cual pasó el Inca con su hijo en brazos hasta la terma en donde encontró la ansiada cura. Cuando volvió su mirada atrás para agradecerles, estos se habían petrificado, creando el puente.
Lo cierto, es que esta maravilla “arquitectónica”, enclavada al pie de la cordillera de los Andes, es una construcción natural formada por procesos geobiológicos de cementación y deposición de travertino, un material íntimamente relacionado con las aguas termales presentes en la zona.
Esteban Lannutti es becario posdoctoral del CONICET en el grupo de Geomática en Ambientes Fríos del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA, CONICET-UNCuyo-Gob. Mza), y durante su tesis doctoral realizó una evaluación de la salud estructural del monumento.
“Puente del Inca es un sistema geobiológico, formado por la interacción de procesos biológicos, físicos y químicos. Si bien existen diversas hipótesis de formación, todas están relacionadas con estos procesos. La teoría mas reciente es la de Luis Fauqué, la cual está asociada a los grandes flujos que se depositaron en el valle del río Cuevas, el río que pasa por debajo del puente, producto del megadeslizamiento de la pared Sur del Aconcagua. Esto formó una represa que capturó el agua del río lo que favoreció que se cementara una costra de travertino. Con el tiempo, al liberarse nuevamente, el caudal de agua acumulado atravesó esta pared y se creó el puente”, explica Lannutti.
El puente, como cualquier formación rocosa, está sometido a la erosión de diversas fuentes: el agua, el viento, la nieve, son todos fenómenos que hacen mella en su estructura pero lejos está de quebrarse y mucho menos desmoronarse: “Si uno observa estudios, desde 1940 ya se anunciaba que el monumento se estaba deteriorando. Cuando se analizan fotos y registros de hace cien años, se puede ver como al puente se le producen desprendimientos de material que le van provocando inestabilidad estructural, pero es justamente ese proceso erosivo, sobre todo el que produce el río Cuevas, el que le ha dado esa forma tan característica de arco”, detalla el ingeniero en Electrónica.
Este fenómeno “principalmente natural”, según Lannutti, aún hoy sigue vigente y esa es la regresión que ha sufrido el puente: “Lo que nosotros hemos observado es que la morfología del puente es la resultante de un balance entre agentes erosivos ambientales y los procesos geobiológicos naturales que cementan y depositan travertino a partir de las aguas termales. Por ejemplo, si el agua termal, por algún motivo, deja de salir o disminuye su caudal, el balance tiende a ser más negativo y predominan los procesos erosivos, debilitando la estructura. Entendemos que es una interacción natural que hace que se mantenga y que vaya, inclusive, cambiando de forma con el tiempo”, detalla.
A este proceso natural de erosión se suma la acción del hombre. La construcción de los baños, en la parte inferior del puente y la redistribución de las aguas termales hacia ellos, también han acelerado el deterioro: “Antes el agua termal salía en la parte alta y se distribuía mejor. Al crear los baños y canalizar el agua hacia las piletas donde se bañaban los turistas hubo menos disponibilidad para regar la parte alta. Lo que nosotros hemos observado es que hay suficiente agua termal, pero la mayoría sale por los baños, entonces lo primero que surge de esto es que el sistema de riego es ineficiente, por ejemplo, mucha agua de la que se observa se pierde por los desagües de los baños y si bien tiene un valor paisajístico, cae al río innecesariamente”.
Para abordar esta problemática se implementaron sobre la geoforma una serie de técnicas que permitieron generar información, no solo para monitorear el estado del puente, sino también para desarrollar un modelo numérico que permitiese evaluar su estabilidad, y así contribuir con los trabajos de preservación y restauración del monumento. En primera instancia se recopilaron datos históricos, planos, informes, fotografías, descripciones antiguas, entre otras actividades. Luego, se realizaron ensayos de materiales para evaluar su resistencia y propiedades mecánicas. Con técnicas de fotogrametría, se elaboró un modelo tridimensional para saber cómo estaba constituido y se colocaron puntos GPS para detectar si se desplazaba.
“Una vez elaborado el modelo estructural en computadora empezamos a hacer simulaciones. Lo primero que queríamos determinar es si era estable frente a su propio peso, y surgió algo muy interesante, que es que si bien el agua termal es fundamental para mitigar el proceso regresivo, hay aspectos negativos de regar el puente y es que el travertino es muy poroso y el agua le agrega aproximadamente 10% más de peso y le quita un 35% de resistencia”, explica.
A partir de otras simulaciones, Lannutti y el equipo estimaron el factor de seguridad del puente y descubrieron que hay sectores con bajos valores de seguridad que coinciden con las áreas donde se registran mayores desprendimientos: “Que haya sectores donde se desprende material no quiere decir que todo el puente se va a fracturar, ya que como indica el modelo la estructura es estable frente a su propio peso. No obstante, es importante que estos desprendimientos en lo posible no continúen para que a lo largo del tiempo el puente no siga perdiendo espesor”.
Lannutti manifiesta que en los sectores donde el agua termal surgió de forma caudalosa y continuada, se midieron altas tasas de acumulación de travertino. Esto sugeriría que el constante riego del puente permitiría una rápida deposición de material que puede robustecer la estructura. Por lo tanto existe una contraposición entre el beneficio de regar la geoforma con agua termal y la pérdida de estabilidad del puente.
Por ello propone un sistema de riego más eficiente: “Mi idea es direccionar el agua hacia donde el modelo indica que están las zonas con menor factor de seguridad y mayores desprendimientos para cementar esos sectores, sin quitarle estabilidad, y eso es regar los estribos. Esa parte tiene tanta estabilidad que por más que se rieguen y aumente su peso, y además se le quite resistencia al material, no lo llevan a condición inestable, pero le dan robustez general a la estructura”.
“En definitiva, si se realiza un continuo monitoreo del puente, enfocado en los desprendimientos de material y se asegura la eficiente administración del agua termal que garantice la salud del sistema geobiológico, el puente seguirá siendo estable como en la actualidad”.
No es el único
A pesar de la creencia de que el Puente del Inca es único en el mundo. Durante su estudio, Lannutti descubrió que hay 23 puentes de travertino repartidos en al menos 4 continentes.
“Los depósitos de travertino de origen termal pueden clasificarse de acuerdo a su morfología en: Montículos Termales, Fisuras, Cascadas, Presas, Depósitos Lacustres, Depósitos Paludales, Ruditas y Clastos Cementados y Espeleotemas. Existen casos particulares, donde los depósitos en cascadas generan puentes naturales de travertino, denominados Yerköprü (puente de tierra en idioma turco)”.
Según el becario, el Puente del Inca forma parte de estos Yerköprü, los cuales presentan características comunes, fundamentadas en la deposición de travertino producida por la surgencia de aguas termales en valles estrechos, por donde descienden ríos turbulentos, que imprimen un arco sobre la parte baja de la geoforma.