CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

La arqueología y la ciudad: de los pasos perdidos a la historia a vuestros pies

Los sedimentos del subsuelo citadino albergan restos culturales que develan materialmente nuestro pasado, desde la más temprana prehistoria.


Por: J. Roberto Bárcena (INCIHUSA-CONICET, UN. La Rioja)

Hace años colaboramos en Cuadernos del Senado de la Legislatura de Mendoza, con un artículo sobre patrimonio cultural.

Se trataba de una convocatoria para colaborar en el rescate de evidencias materiales del pasado, que pudieran persistir en los sedimentos subyacentes, en la parte del predio legislativo que ocupará el nuevo edificio, anexo de la Legislatura. Nos pareció una oportunidad para reconocer, en el propio solar de las leyes, el patrimonio cultural soterrado.  

Ocasión que suma, al aporte científico en arqueología e historia, el de hacerlo en el marco simbólico de un sector emblemático ciudadano: por su lugar en la refundación mendocina post terremoto de 1861, junto a la actual plaza Independencia.

Nos referimos al solar que aún soporta el edificio construido y utilizado como Club Social por una parte de la población de fines del XIX y comienzos del XX, y en la actualidad el paradigmático lugar es ocupado por la Legislatura Provincial, de la República y la democracia.

Convocatoria

Cuando el director del proyecto del nuevo anexo de la Legislatura, ingeniero Mauricio Garay Ingianni, nos convocó para el rescate arqueológico, la obra de la nueva edificación ya había comenzado. Y se encontraba avanzada la perforación artesanal de pozos para anclar en profundidad las columnas de envergadura, que soportarían los subsuelos y las varias plantas edilicias. Por esas razones ya estaban acotadas, por los movimientos de la obra civil y la seguridad propia de la prevención de accidentes laborales, las posibilidades de otro tipo de prospecciones y registros de materiales arqueológicos, distintos al del rescate, protección y conservación de los que pudieran reconocerse en la extracción de los sedimentos por terceros.

Extracciones

Esos movimientos de suelos, por la apertura manual de amplios y profundos pozos -de más de doce metros- y por la propia envergadura de la maquinaria, que debía laborar en espacio reducido, llevó por ejemplo a que, en este último caso, prácticamente se contara sólo con la posibilidad de depositar directamente en camiones los rellenos que se extraían.

Ad honorem y solventando con recursos personales las erogaciones necesarias, trabajamos con el licenciado Juan Pablo Aguilar, profesional del INCIHUSA-CONICET y profesor de Arqueología en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo, dedicándonos al control de esas excavaciones, con la revisión de los sedimentos y rellenos de los pozos de fundación. Estos últimos, al principio, podían depositarse en superficie y ser revisados teniendo presente el inmediato contexto de extracción, mientras que, como contrapartida, teníamos que confiar en el avistamiento en el control del movimiento de tierras por la pala de la gran maquinaria, prosiguiendo la labor de búsqueda y reconocimiento en los predios de El Algarrobal, que se recibían allí las camionadas del terreno citadino, como aportes para rellenos de los socavones producto de las excavaciones de la industria ladrillera.

Colaboración

No obstante las limitaciones antedichas, en obra contamos con la colaboración de técnicos y operarios, que en su labor atendieron orientaciones para mejorar las posibilidades del registro arqueológico y finalmente las del propio rescate.

Fue posible entonces recuperar una particular asociación de materiales que orienta igualmente a la mejor interpretación de la formación de los depósitos y a la referencia de una determinada época y contexto de uso.

Fragmentos de objetos de vidrio, como vasos y copas, que suman decenas, frascos de tipos propios de farmacopea, entre otros, se registraron junto a restos de lozas impresas, como platos y tazas de servicio de infusiones, cuchara de metal, botellas de vidrio de bebidas virtuosas o de agua minero-medicinal, botellas de cerveza de gres cerámico y de vidrio, taza de metal enlozado, como asimismo fueron hallados restos de caños de metal o de otros materiales, propios de infraestructura edilicia antigua, por citar algunos de los tipos de hallazgos.

Claramente buena parte del material, sito a varios metros de profundidad con respecto a la superficie actual del terreno, formaba parte de depósitos como rellenos de antiguos pozos, alguno de los cuales ofrecieron, en los perfiles que pudieron reconocerse, improntas de ladrillos como parte de paredes que los conformarían.

Ni fogones ni hornillos

Por el contrario, no fue posible reconocer niveles con materiales que denunciaran presencia humana más antigua que la de dicho registro, incluso llamó la atención el hecho de que no hubiera vestigios de fogones o de alguno de los clásicos “hornillos de tierra”, que suelen reconocerse a cierta profundidad en el subsuelo ciudadano.

Mención aparte merecen los fragmentos de huesos de animales y de valvas de moluscos, cuyo reconocimiento arqueozoológico especializado y apreciación malacológica inicial, indican como descartes propios del uso alimentario y fueron reconocidos como provenientes de grandes mamíferos (huesos de determinados cortes de bovinos), de cabras y ovejas, de gato y de aves de corral (gallinas, patos y pavos); mientras que los bivalvos orientan a su identificación con ostras.

Por su parte, los restos de utensilios de cocina, del servicio de mesa y de envases de bebidas, dada sus características industriales, permiten la trazabilidad de sus orígenes y estimar cronología post quem (fecha más antigua o lejana de la aparición de un objeto o fenómeno) y ante quem (fecha más nueva o cercana en la aparición de un objeto o fenómeno).

Por ejemplo, la loza fina que lleva la conocida impresión de fábrica del siglo XIX, Ironstone China, de J. & G. Meakin, agrega a su proveniencia, Hanley, la palabra England a partir de 1890, por lo que puede colegirse que los fragmentos de una fuente o sopera de ese material, y con esa inscripción completa, pudo distribuirse y llegar a usarse a partir de esa fecha.

Otro tanto permite determinar el envase de vidrio que lleva por marca en relieve la denominación “Agua de Mondariz V.H.P.”, propia de los afamados baños y agua minero medicinal gallega del siglo XIX -emprendimiento con continuidad hasta el presente- que, según explican, agregan la sigla V.H.P., por abreviatura de Viuda e Hijos de Peinador. Enrique Peinador fue uno de los propietarios de las fuentes y de los desarrollos a que dieron lugar y falleció en 1917, por lo que la botella debió exportarse a partir de esa fecha. (N. de la R: Mondariz es un municipio español de la provincia de Pontevedra, en la comunidad autónoma de Galicia).

Para no abundar con estos ejemplos, citamos sólo dos más. Uno sobre las botellas de cerveza de gres cerámico, de las que tenemos varios ejemplos de hallazgos en el subsuelo de la ciudad de Mendoza, estando también presente un ejemplar en el relleno del solar de la Legislatura. Botella que lleva por marca impresa en bajo relieve “Midland Pottery”, envase producido en Inglaterra a partir de los ’70 del siglo XIX, hasta 1929. El otro, sobre el publicitado “Tónico oriental para el cabello” -la propaganda puede seguirse en revistas y diarios de época-, cuyo origen empresario estaba en USA y, como registra el pequeño envase del tipo medicinal hallado en el predio que nos ocupa, lleva en sobre relieve la mención dicha más la de la empresa “Lanman & Kemp” y del lugar empresario, “New York”. El lapso de comercialización de este producto es amplio, desde la segunda mitad del XIX hasta al menos las primeras décadas del siglo XX, registrándose, entre otros y para nuestro país, su propaganda en “Caras y Caretas” e incluso hay resolución sobre la marca en el Registro del Boletín Oficial Nacional (años ’30).

Aquel viejo club social

Si ponemos en un contexto más amplio lo dicho y seguimos la publicación de Silvia Cirvini y Jorge Ricardo Ponte, sobre la sede actual de la Legislatura de Mendoza, podemos pasar de usos más pretéritos del solar y detenernos en que la edificación, destinada para el Club Social de entonces. Estuvo en uso para esos fines a partir de enero de 1896, lo que habría persistido hasta 1909, cuando es comprada por el Gobierno provincial para finalmente ser sede de la Legislatura de Mendoza, hasta nuestros días.

Sin abundar tampoco sobre las características de la arquitectura, nos basta sugerir que en el plano del Club Social se aprecia que todo el sector de servicios del edificio, incluso una casa habitación, se hallaba en el lado este, pudiéndose documentar que posteriores modificaciones agregarían, entre otros, cámaras sépticas y pozos, e incluso observar en planos sucesivos, planteados también para reformas edilicias, cómo se mantenía dicho uso en el mismo sector.

Sobre estas bases, y como adelanto de estudios en curso para el debido conocimiento de los avances en un predio del patrimonio público, podemos referir buena parte de los hallazgos en el sector de la edificación actual del anexo de la Legislatura, como los elementos descartados en la parte oriental del solar, asociada con esos servicios, orientando las conclusiones a que los lapsos que indican la fabricación y uso de los objetos son concomitantes con las épocas del Club Social y primeros tiempos de la Legislatura en el edificio. Se suma que el menaje y los restos de lo consumido apuntan a un determinado servicio gastronómico, con connotaciones acordes con las prerrogativas socio-económicas y políticas de los exclusivos usuarios.

Referencias:

Bárcena, J.R. 1995. De la historia a sus pies o de cómo recuperar los pasos perdidos. Cuadernos del Senado, año III, n° 13: 65-74. Mendoza.

Bárcena, J.R. y Schávelzon, D. 1990. El Cabildo de Mendoza. Arqueología e Historia para su recuperación. Xama, 3: 9-174. Área de Ciencias Humanas. CRICYT. Mendoza.

Cirvini, S.A. y J.R. Ponte. 1992. Tras los pasos perdidos de la Legislatura de Mendoza. Su sede y su historia. Honorable Legislatura de Mendoza. Editorial Aguirre. Mendoza.