CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
Patrimonio y género: mujeres arquitectas a mediados de siglo XX en Mendoza
Las primeras arquitectas ejercieron la profesión a mediados de siglo XX, en un contexto cultural donde las mujeres aún eran relegadas.
Por: Arq. Natalia Daldi, equipo Historia y Conservación Patrimonial (INCIHUSA- CONICET)
Las primeras profesionales que ejercieron en Mendoza por esa época todavía eran relegadas de las posiciones centrales dentro del orden social. Desde esta perspectiva, sus obras y trayectorias adquieren un alto valor simbólico susceptible de ser puesto en valor y salvaguardado para ser transmitido a las generaciones futuras.
Las obras de mujeres como patrimonio cultural
Durante siglos las mujeres han estado presentes y, en mayor o menor medida, han participado de los distintos acontecimientos y procesos sociales. Sin embargo, sus experiencias casi no habían sido mencionadas en la historia universal hasta mediados de siglo XX, cuando se puso en evidencia esta problemática. Desde entonces, numerosas autoras y autores se han preocupado por recuperar sus acciones y hacerlas visibles. Además, han buscado entender las razones de tal omisión, comprendiendo que esto ha tenido que ver con una forma de construcción de la Historia que durante siglos a tendido a enfatizar sólo las figuras masculinas, en detrimento de las femeninas.
Del mismo modo, la Historia de la Arquitectura universal ha reproducido este mecanismo invisibilizador, olvidando mencionar las obras arquitectónicas realizadas por mujeres. Este desconocimiento ha generado, en consecuencia, que las mismas no hayan podido ser valorizadas y, mucho menos, reconocidas como patrimonio cultural. Así, las desigualdades de género han entrado en juego a partir del proceso de identificación del patrimonio, entrecruzándose con los procesos de transmisión y protección formal de las obras.
En las últimas décadas, se ha evidenciado una verdadera preocupación mundial por rescatar del olvido las obras de arquitectura realizadas por mujeres, para ponerlas en valor como testimonio de épocas en la que las mujeres profesionales no era reconocidas, y sin embargo, ejercieron la profesión a pesar de sus importantes limitaciones y opresiones históricas.
Graciela Hidalgo y la construcción del primer crematorio de Mendoza
A mediados de siglo XX, el campo de la Arquitectura de Mendoza estaba compuesto, en su mayoría, por arquitectos varones. Las pocas mujeres que ejercían en la provincia habían estudiado la carrera en Buenos Aires, Córdoba, Rosario o San Juan, ya que la primera Facultad de Arquitectura de Mendoza (UM), se creó recién en 1961. No obstante, en esas provincias, las mujeres venían ejerciendo la Arquitectura desde finales de 1920; de modo que, a mediados de siglo, el campo de la Arquitectura del país ya contaba con más de quinientas arquitectas egresadas. Sin embargo, en Mendoza ejercían muy pocas de estas agentes debido, probablemente, a la lejanía en la que se encontraba la ciudad de estos grandes centros urbanos y a las dificultades que implicaba para las mujeres ir a estudiar a otra provincia.
En 1964, llegó a Mendoza la arquitecta Graciela Hidalgo (1938-2003), quien recientemente había egresado de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Córdoba. Su tesis de grado, titulada “Estudio integral sobre arquitectura penitenciaria y proyecto de un Centro de orientación correccional para la provincia de Córdoba,” le sirvió de antecedente para ser contratada por el Gobierno de la provincia de Mendoza junto a su socio y esposo – el arq. Mario Pagés – para realizar el “Proyecto de reestructuración de la Penitenciaría provincial de Mendoza” y confeccionar el “Plan urbanístico del nuevo edificio penitenciario” (1964). Este proyecto, le abrió a Hidalgo las puertas del campo de la Arquitectura de Mendoza y la posicionó como una profesional emergente. En consecuencia, la arquitecta fue contratada en 1967 por la Dirección de Arquitectura de la Municipalidad de la Capital como proyectista. Desde esta repartición realizó múltiples obras de arquitectura estatal, quedando a su cargo desde el diseño paisajístico hasta la dirección técnica de las obras.
Entre los proyectos que realizó, se destaca la construcción del primer “Crematorio, ofrendatorio y cinerario común” de la provincia de Mendoza, en el seno del Cementerio de la Capital. Esta obra buscó dar solución al problema de espacio que tenía el cementerio para seguir albergando cadáveres y a los problemas higiénicos que traía aparejado la manipulación de los cuerpos.
El moderno edificio diseñado por Hidalgo (actualmente en desuso) fue construido en hormigón armado, con líneas rectas y una importante calidad espacial y plástica, apreciable aún en el diseño de sus ventanas. Su planta fue dispuesta en el terreno con una orientación sur-norte, involucrando dos accesos: uno principal ubicado al sur, y otro secundario, ubicado al norte. El ingreso principal, era a través de una pequeña capilla de homenajes que contenía en su centro un túmulo de piedra, donde era apoyado el féretro durante la ceremonia. A la cabecera de este túmulo, se abría una ventana por la que el ataúd pasaba directamente a la sala de hornos. El ingreso secundario era de servicio y se antecedía por un patio de maniobras donde se realizaba la descarga y apertura de los cajones.
El crematorio fue acompañado por un ofrendatorio central y un cinerario común, ambos también diseñados por Hidalgo. El primero, era un espacio abierto a modo de “plaza espiritual,” que contenía en el centro una cruz monumental (llamada “la Cruz Mayor del Cementerio”) con un basamento donde los deudos podían depositar sus flores. El cinerario común era una gran pileta bajo el ofrendatorio donde podían arrojarse las cenizas de los cadáveres inhumados. Estas zonas estaban rodeadas por canteros bajos con jardines llenos de flores y los árboles que otorgaban al espacio un ambiente de calma y tranquilidad.
El crematorio no sólo es testimonio de un cambio de paradigma en el abordaje de las prácticas funerarias del país, sino que además atestigua el desempeño profesional de una de las pocas mujeres arquitectas que trabajaron en el campo de Mendoza a mediados de siglo XX. Por ello, consideramos que esta importante obra de arquitectura funeraria es patrimonio cultural de nuestra provincia.