DÍA DE LA INDEPENDENCIA
Repensar los procesos más allá de los acontecimientos
En un nuevo aniversario del 9 de julio, un investigador del CONICET reflexiona sobre el curso histórico que condujo a la declaración de la Independencia.
Tradicionalmente, en Argentina, el proceso revolucionario e independentista se conmemora el 25 de mayo y el 9 de julio, dado los significativos acontecimientos que tuvieron lugar en Buenos Aires en 1810 y Tucumán en 1816, respectivamente. Sin embargo, como explica Fabio Wasserman, especialista en los siglos argentinos XVIII y XIX e investigador del CONICET en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (CONICET-UBA), esto provoca que se pierda de vista la dimensión del proceso histórico que tienen aquellos hechos que implicaron rupturas, continuidades, luchas y que son parte de procesos históricos más amplios. “Las fechas son en verdad símbolos de procesos más grandes en los cuales se produjeron transformaciones decisivas para las sociedades que recuerdan esos acontecimientos”, explica el investigador. “Esto no significa que los procesos puedan entenderse, solamente, a partir de lo ocurrido en esas fechas”, agrega.
Wasserman propone reflexionar sobre el camino hacia la declaración de la independencia, considerando la historicidad de este concepto, es decir, el significado que tenía la noción de independencia en aquel momento histórico, el contexto político local e internacional en el que aquellos procesos se desenvolvieron y el marco institucional, con comunidades y sujetos políticos diferentes como protagonistas, que, posteriormente y tras diversas transformaciones, constituirían la nación argentina.
¿Qué distinciones pueden establecerse entre el quiebre histórico que significó la formación del primer gobierno patrio del 25 de mayo de 1810 y la Declaración de la Independencia del 9 de julio de 1816?
Fabio Wasserman: La creación de la Junta, el 25 de mayo de 1810, se dio en el marco de la crisis monárquica e imperial que se profundizó a partir de 1808 con las abdicaciones de Bayona y la ocupación de España por parte de Francia. El desplazamiento del Virrey, la creación de una Junta para que gobernara en nombre del pueblo y el desconocimiento de las autoridades metropolitanas como el Consejo de Regencia y las Cortes que esta convocó, constituían una ruptura con el orden establecido. Sin embargo, a pesar de haber creado un gobierno propio y autónomo continuó invocándose la legitimidad monárquica sin hacer mención a una posible independencia, es por eso que suele plantearse que se evocaba la “Máscara de Fernando VII” para ocultar la verdadera intención de los revolucionarios. Si bien esto puede ser cierto en algunos casos, en 1810 no era tan claro para todos los actores que la independencia fuera un objetivo alcanzable, e incluso deseable, como sí lo era lograr una mayor autonomía dentro de la monarquía. Así, aunque era un desenlace posible, el camino hacia la independencia no estaba predeterminado, sino que se fue delineando sobre la marcha en el marco del proceso revolucionario y de la guerra que enfrentó a quienes sostenían a los nuevos gobiernos y a quienes reconocían a las autoridades metropolitanas y virreinales, cuyas posiciones se fueron radicalizando. En 1813 se convocó a una asamblea que se proponía declarar la independencia y sancionar una constitución, pero por los conflictos internos y externos no se concretaron ninguno de estos objetivos. Recién en 1816, y en un contexto político local, americano e internacional transformado, se produjo esa declaración con la que procuraba dotar de mayor legitimidad a los gobiernos revolucionarios.
¿Qué transformaciones habían ocurrido entre una fecha y la otra? ¿Qué conflictos se habían desatado a nivel interno?
F.W: Entre 1810 y 1816 se habían producido cambios significativos a nivel local, continental e internacional. El más importante para entender la independencia fue la derrota de Napoleón, la restauración en el trono de Fernando VII que llevó a cabo una política absolutista y se propuso recuperar todos los dominios de la monarquía en América, apoyado por las otras monarquías europeas, la derrota de casi todos los focos insurgentes en América (Chile, el Alto Perú, Venezuela, etc.) y la división de las fuerzas revolucionarias rioplatenses, sobre todo entre las que respondían a los gobiernos centralistas y las que se organizaron bajo el liderazgo de Artigas en el sistema de los Pueblos Libres.
¿Con qué motivo fue convocado el congreso que se reunió en Tucumán en marzo de 1816? ¿Quiénes fueron invitados a participar?
F.W: Hacia 1815 la revolución rioplatense se encontraba en una situación crítica. En ese contexto la dirigencia decidió que había llegado la hora de resolver tres cuestiones: constituir un poder central que fuera reconocido por todos los pueblos y asegurar el orden interno, terminar con la provisionalidad de los gobiernos sancionando una constitución y, como paso previo, declarar la independencia. Esto último también era importante para sostener el proyecto sanmartiniano ya que el ejército que estaba organizando en Cuyo podía ser así considerado como una fuerza que respondía a una autoridad legítima. Para ello, se convocó a un nuevo Congreso soberano y constituyente que se reunió en Tucumán, evitando hacerlo en Buenos Aires ya que para muchos se había convertido en emblema del centralismo despótico. El Congreso estuvo integrado por representantes de Buenos Aires, Córdoba, Catamarca, San Luis, San Juan, Mendoza, La Rioja, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Mizque, Chichas y Charcas, mientras que otras provincias altoperuanas como La Paz y Potosí no pudieron enviarlos como consecuencia de la ocupación realista. A pesar de los intentos para llegar a un acuerdo con Artigas, tampoco participaron representantes de la Banda Oriental, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y los pueblos de las Misiones que integraban la Liga Federal o de los Pueblos Libres desde que en 1815 se reunieron en un Congreso y se consideraron independientes.
¿Por qué en el acta que se firma en 1816 se hablaba de las Provincias Unidas en Sud-América y no de la Argentina ni de las Provincias Unidas del Río de La Plata? ¿Qué se buscaba con esta declaración?
F.W: En marzo de 1816 se iniciaron las sesiones. En mayo se decidió nombrar a Juan Martín de Pueyrredón como director supremo y el 9 de julio el Congreso declaró la Independencia de las Provincias Unidas en Sud- América. El nombre mantenía una cierta indefinición sobre los pueblos que podían conformar las Provincias Unidas, ya que expresaba la posibilidad de que en un futuro también se integraran los liderados por Artigas u otros como Paraguay e, incluso, Chile. En ese sentido, debemos tener presente que los contemporáneos consideraban que una Nación es una comunidad política que se debe constituir por la voluntad de sus miembros, es decir, en este caso, los pueblos.
¿Qué ocurrió con el Congreso de Tucumán en los años posteriores a la Declaración de la Independencia?
F.W: Una vez declarada la independencia, restaba resolver la otra cuestión pendiente que provocaba divisiones: la forma en la que se organizaría el gobierno de las Provincias Unidas. ¿República o Monarquía? ¿Un Estado central o una confederación en la que los pueblos preservarían su soberanía? La república era para muchos el horizonte deseable, pero en ese entonces la única experiencia republicana exitosa era la norteamericana. La monarquía, por su parte, podía favorecer el reconocimiento del nuevo Estado. Es por ello que varios dirigentes sostuvieron la conveniencia de crear una monarquía constitucional, de ese modo se combinaba el tradicional principio de la monarquía como garantía de unidad y continuidad, con el más novedoso principio de representación política. Pero, implantar la monarquía no sería una tarea sencilla. Tras años de revolución y guerra se había extendido el discurso republicano, un sentimiento de igualdad que no hubiera tolerado la creación de una nobleza y el desprecio por los reyes; además, en el Río de la Plata no había una casa real, ni una nobleza. En ese sentido había dos alternativas: la primera era coronar un monarca de una familia europea, para lo cual se habían realizado algunas tentativas sin éxito. La otra, propiciada entre otros por Belgrano, era coronar a un miembro de la nobleza inca, estimando que esto facilitaría el apoyo de los pueblos indios de la región andina. Este proyecto, que muchos dirigentes miraban con horror, fue desechado.
¿Por qué se terminó disolviendo el Congreso de Tucumán?
F.W: En 1817 el Congreso se trasladó a Buenos Aires y se afianzó nuevamente una línea política centralista. En 1819 sancionó una constitución que, si bien no estipulaba la forma de gobierno, podía adaptarse con facilidad para constituir una monarquía constitucional, además de que concentraba el poder en el gobierno nacional. Esto no hizo más que acrecentar la oposición al Directorio que para ese entonces estaba jaqueado por las fuerzas federales de Santa Fe y Entre Ríos, mientras que en el resto de las provincias también comenzaban a producirse movimientos autonomistas. En junio de 1819 renunció Pueyrredón y fue reemplazado por el General José Rondeau. Para defender al gobierno, se convocó a los ejércitos de los Andes y del Norte. San Martín desobedeció la orden privilegiando la campaña al Perú, mientras que los oficiales del Ejército del Norte se sublevaron y provocaron su disolución. En febrero de 1820 se produjo la batalla de Cepeda en la que las tropas lideradas por el entrerriano Francisco Ramírez y el santafesino Estanislao López, derrotaron al ejército directorial que, para ese entonces, se reducía a las tropas de Buenos Aires, provocando la disolución del Congreso y la renuncia de Rondeau.
Fabio Wasserman es doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como investigador independiente del CONICET en el Instituto Ravignani y como docente de grado y posgrado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Publicó numerosos artículos, capítulos de libros y libros sobre distintos temas vinculados a la historia política e intelectual argentina e Iberoamericana (s. XVIII y XIX).
Por Yasmín Noel Daus – DRI CONICET